martes, 7 de diciembre de 2010

Senryus de lluvia



Lluvia cayendo
se filtra hasta mis huesos
¿agua o deseo?

Moja mi cara
se cuela por mis labios
mi mente vuela

Ropa empapada
la quito poco a poco
cierro los ojos

Ducha caliente
reconforta mi cuerpo
eres la espuma

Tarde lluviosa
fuego en la chimenea
música suave

Se apaga el día
sólo una melodía
mientras te espero.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Crónica del desamor. Él


Ya sabes como soy, difícil de tratar. Te quejas de que aquí, encerrado en mi mundo y en mis letras a veces parece que me olvido que existes, que paso por tu lado sin pasar por tu vida. Y otras veces en cambio, cuando el invierno llega a mis entrañas en pleno mes de julio, o en diciembre, te escupo frío y voces a la cara y hielo tus sentidos y los míos.

Te quejas de que ya no te admiro cuando te compras ropa nueva o te cambias el pelo. De que no desgastamos las mañanas de domingo que nos llevan al lunes sin paréntesis entre las cuatro paredes de nuestra habitación, buceando entre tus risas y mis letras, tus bocetos siempre inacabados y mis cuadernos llenos de ti hasta no dejar ni un solo espacio blanco.

Añoras los momentos en que te hacía sentir que eras el sol que me abrasaba, la fuerza necesaria para crear la vida y mis poemas. Inventaba palabras para ti en mil idiomas, te regalaba estrellas en el cielo y pintábamos mofletes a la luna que se escondía de puro cansancio cuando la madrugada nos encontraba compartiendo con los gatos que paseaban los tejados palabras y cigarros detrás de una ventana abierta a la ilusión.

Ya sabes como soy. Tal vez ahora me falten las palabras contigo, quizás porque vengo cansado de vender mis ideas brillantes envueltas en belleza. Y el humor se me empañe con tus vestidos nuevos que pretenden mostrarte como la adolescente que ya queda tan lejos mientras esconden a la mujer madura en que pudiste haberte convertido. Y puede que las llamas que despertaba tu cuerpo junto al mío ahora sean rescoldos. Y esas cuatro paredes se me queden pequeñas. Y el tiempo ahora pasa demasiado deprisa para dejar que los sábados se conviertan en lunes.

Pero me tiemblan las rodillas cuando te veo salir de tu oficina con ese pisar fuerte. Y también cuando veo la tristeza reflejada en tu rostro y sé que estás pensando en mí. Y entonces te introduzco en un cuento, y te regalo un hombre que te arrulle en sus brazos y que cubra del frío de ese invierno de julio. Y te pinto un paisaje lejos de mi ruido y mis torpezas que tanto te lastiman.

Y me oculto en una burbuja de silencio que no puedes romper para no decir esas barbaridades que a veces salen solas, ya sabes, por no estar callado. ¿No has visto mis cuadernos? Tantas líneas en blanco, manchas de mantequilla que dibujan las palabras que no salen de mi boca. Ódiame por negarte esa caricia en la mejilla, por mi estrategia estúpida de esconder la cabeza bajo el ala, de chillar para no oír los gritos del silencio que rompe nuestros tímpanos.

Ya sabes como soy. Podría vivir sin tu risa enmarcando los momentos en que la alegría nos lleva de la mano. Me basto yo solito para caminar aunque no tenga tus huellas que seguir. Tengo mis musas como compañeras, y los mundos, los míos y los ajenos como aliados. No me rompería disfrutando de mi soledad tantas veces buscada, y sé que tú tampoco.

Pero quiero que sepas que en las madrugadas, cuando el primer rayo de sol atraviesa la persiana y se clava en tu espalda, no quisiera otros brazos que no fueran los tuyos. Y los días serían más nublados si tú no practicases ese rito de abrir de par en par cada ventana. A mí también me invade el tedio y me invento otros sueños, esta vez para mí, sin que me paguen, y en ellos hay otras bocas, otros besos lentos, húmedos, con fuego. Pero me faltan las conversaciones, y las noches son negras porque soy incapaz de encontrar las constelaciones, esas que tú me regalaste, que bautizaste para mí.

Por eso ahora me quedo tumbado, quieto en esta cama mientras te veo salir a la terraza, y presiento que las lágrimas bañarán tu rostro y a la vez que su sal escapará alguna brizna más de tu ilusión. Y me hago el dormido, derrotado, una vez más sin encontrar el final feliz para esta obra maestra. Conformándome con un punto y aparte, con un gato que maúlla, y despertar mañana con los rayos de sol cual puñales refulgiendo en tu espalda.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Crónica del desamor. Ella


Miró hacia él tendido en esa cama junto a ella y descubrió que su alma se convertía en llanto y se le derramaba, y sintió como si el vaso de su cuerpo no fuera suficiente para contenerla. Lo observó desde esa rendija que aún permanecía abierta pensando seriamente en dar el portazo definitivo.

Podía oír en su cabeza los suspiros, gritos, el odio escupido en las discusiones, los irrefrenables llantos de las noches en vela y las notas de nostalgia que rompen su voz. Estaba convencida de que todos podían oírlo, que los sonidos se escapaban por la ventana abierta en el vacío y volaban cubriendo la ciudad. Pero él no, él sólo escuchaba el tenue ronroneo de un gato que se desvela junto a ellos y maúlla su placidez tras ese simulacro del amor.

Él se colgó del balcón de sus ojos pero ya no sabía mirar dentro de ellos, ya no veía su necesidad de una caricia en la mejilla mientras elegían las manzanas en el puesto de fruta, ni el mar de posibilidades que le brindaban un sábado por la tarde más allá de cine y palomitas. Era como si ella fuera invisible para él que pasaba de largo por su alma y tal vez por su cuerpo, sin observar el par de lágrimas que pugnaban por saltar y a las que nunca dejaría escaparse de sus turbios ojos.

Él se quedó sin habla la primera vez que se cruzaron en el bar de la facultad, y ahora ya no sabía que decir. Su brillante elocuencia le abandonaba cuando se encontraban frente a las tostadas con mantequilla en la mañana o recostados en el sofá delante del televisor en la sobremesa. Ni siquiera parecía encontrar las palabras para hacerse a la idea de que el tedio les estaba ganando la partida.

Ella reía a carcajadas cuando él se extasiaba, asustado ante su cuerpo perfecto de ninfa enamorada, con miedo de tocarlo y deshacer la magia, y que dieran las doce, mas el fuego que desprendía su pasión deshacía los hielos y convertía las risas en jadeos y las calabazas en carrozas. Le mira y la sonrisa se tiñe de la melancolía recordando la tibieza de cada uno de sus besos. Y se levanta, y mirando su cuerpo ya dormido se esconde en la terraza para que la brisa de la noche de agosto sea quien le acaricie.

Y le sigue mirando, quiere retener su presencia en un instante para después, al llegar la mañana buscar en los bolsillos, en cajones y armarios dónde están las razones a tantos sin sentidos, a miradas ausentes, conversaciones sin nada que decirse. Quiere salir de allí y encontrar ese trocito de parque en que se acurrucaban y en el que aún sin duda permanece, escondido en la hierba, el sueño que guardaban y que no habrá sido roído por el tiempo, los azares, la vida fuera de ellos, esa que sí han sabido alimentar con mimo. Y se quiere marchar, volar muy alto, encontrar otros sueños por los que luchar.

Y piensa en los papeles que tendrá que tirar, los e- mails que tendrá que borrar, las apuestas perdidas, las canciones que nunca volverán a tener sentido porque ya no vendrán de su mano. Y en la cama ocupada por un cuerpo que no es el suyo, en vestirse y abandonar la casa del amigo para ir al trabajo, y en la pantalla ya vacía de mensajes. Y llora en el frescor de la noche de agosto, sentada en la terraza. Y deja que sus lágrimas se derramen, y ardan, y cautericen su dolor aunque sólo sea momentáneamente, y se lleven al menos esa parte podrida que le deja el vacío, y le anestesien, y le dejen dormir hasta la madrugada.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Día de difuntos


Muerte, amiga, ven
que te estoy esperando.
No vistas manto negro
sino tu mejor capa roja
y vamos a bailar.

No amiga, no me asustas,
eres libertad, y silencio
y vendrás a buscarme
el día que tú quieras,
yo te estaré esperando.

No, no disimules
tu color es el alba.
La luz de la ruptura
de cadenas absurdas
te acompaña.

Ven novia fiel,
peinate los cabellos
y ponte los zarcillos
que hoy estamos de fiesta
y quiero disfrutarla.

No faltes mi leal compañera,
no te retrases.
Te invitaré a una copa de champán
y beberemos sin dejar de mirarnos
cara a cara.

Y juntos, abrazados
saldremos caminando
erguidos, con la cabeza alta
porque a la muerte
se la mira de frente y a los ojos.

Muerte, mi amante, ven
que ya estoy preparado.
No me hagas esperar
no sea que cambie de opinión
y te ponga los cuernos con la vida.

martes, 26 de octubre de 2010

Gatos


Cuando la próxima luna te traiga a mi lado
ronronearé al decir tu nombre
exhibiré mi piel enardecida por tu presencia
impregnaré tu espacio con mi olor
beberé el néctar de tus labios

Entonces …

Te envolveré con un manto de caricias
volarán los pinceles de mis dedos
en tu lienzo desnudo
moldearé tu cuerpo con mis manos
cual arcilla fresca
hasta que todo tu cuerpo tome forma
y se complemente mágicamente
con el mío.

Erizaré tu piel con el roce de mis labios
mis uñas marcarán caminos en tu espalda
recorreré despacio cada pliegue de tu piel
hasta sentir vibrar tu cuerpo entero.

Te haré sentirme sólo tuya
aunque sepas que tú me perteneces
y luego de colmarte de caricias
volveré a acurrucarme entre tus brazos
para dormir de nuevo.

martes, 28 de septiembre de 2010

Te esperaré


Te esperaré
con la paciencia
que regala la vida,
con el sosiego del sol
en un día de otoño
con la serenidad
del verde en la montaña.

Te esperaré
entre el lento vagar
de las horas perdidas,
en el recodo
más allá de los sueños
en los caminos
que hollas al pasar.

Te esperaré
donde comienzan
cada día las vidas
vírgenes de ilusiones
crisálidas
a punto de volar
a cualquier parte.

Te esperaré
en el silencio del grito
que rompe las gargantas,
en el espejo
de los rostros sin nombres
en los campos
vestidos de amapolas

Allí te esperaré.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Estaciones


Acá el otoño
por allá primavera
sabios caprichos

Hojas pintadas
amarillos con ocres
llega septiembre

Baila la brisa
y danzan en las ramas
las bailarinas

Ríen las hojas
mientras llegan al suelo
mágica alfombra

Tapiz cambiante
acaricia mis pasos
en amarillo.

¿Dónde está el verde?
árboles de mi calle
se han desteñido

Mágico vino
espera adormilado
vides preñadas.

Bosque en otoño
cascada de colores
un estallido.

martes, 21 de septiembre de 2010

Mi barrio


Mi arcón es un piso bajo en un bloque de un barrio “modesto”, término que encierra el que entonces era uno de los peores barrios de Madrid. Guarda la acera que bajaba cada mañana para ir al colegio, bordeando los otros edificios todos iguales, de ladrillo rojo y su pequeño jardín dando la bienvenida. Las tardes de primavera llenas de madres sentadas en sillas plegables, cosiendo en esos jardines mientras los niños corríamos, jugábamos, nos peleábamos. Las historias que inventábamos y en las que nunca era la princesa, ni la dama a la que rescatar sino uno de los rescatadores (un chicazo, qué se le va a hacer). Los veranos muertos de calor también en la calle, esta vez los jardines sólo para nosotros, la chiquillería, los adultos no se atrevían a salir a la calle hasta que el sol no se ocultaba. La calle, siempre la calle como punto de encuentro, ese es mi principal recuerdo de niñez, el que no podrán tener los niños que ahora se crían en mi barrio, ¿o tal vez sí? No me siento apegada a un país, una comunidad y casi ni siquiera una ciudad pero soy una enamorada absoluta de las calles en las que crecí y a las que estoy convencida de que regresaré para quedarme.

Cada dos semanas vuelvo a casa de mi madre, paseo por el barrio, lo disfruto, lo huelo, dejo que penetre en mí, y ¿sabes lo que más me gusta ahora de él? El mosaico de razas, lenguas y colores en que se ha convertido. Sigue siendo un barrio humilde, modesto, aunque sin las lacras que tenía cuando yo era pequeña, y por eso lo habitan un gran número de inmigrantes y son sus niños los que ahora llenan las calles mientras los mayores regentan tiendas de chucherías, cibers o simplemente cuidan de ellos sentados en los bancos o hacen la compra. A veces me quedo mirando a unos y otros, tal vez descaradamente, pero sólo es para volver a impregnarme de esa esencia de barrio que exhalan las casas remozadas, las personas desconocidas y a la vez tan iguales a las de entonces, las tienducas, los bares.

Y ahora que me doy cuenta, en el lugar donde vivo, una ciudad dormitorio fea como ella sola aunque a un tiro de piedra de otras mucho más hermosas, mi barrio también se ha convertido en extremadamente multicultural, y ahora mismo escucho voces de niños en las calles, y apenas hay coches. Tal vez me recuerde a mi barrio y es por eso por lo que también aquí me siento tan a gusto.

sábado, 28 de agosto de 2010

El baile




Pista de baile. La orquesta les regala una música de la que no se puede huir. Él la observa desde lejos, a través del humo que empieza a llenar el local. Ella le ve sin mirarle, sabe que está ahí, siente su presencia, sus ojos recorriendo su espalda. Ríe para él mientras bromea con sus compañeros de mesa. El hombre sentado a su derecha la saca a bailar. Orgulloso la lleva como si se deslizaran, la música los envuelve, no les deja parar. El ambiente va cargándose de electricidad a ritmo de salsa. Él fuma al fondo del local. La mujer destila sensualidad en cada movimiento, sus caderas agitando su falda como suave brisa, la hombrera del vestido que se desliza por su hombro moreno al final de cada vuelta, su pelo negro agitándose suelto, esa mirada que adivina felina en la oscuridad.

Él piensa en lo prohibido, en lo ¿incorrecto? mientras ella baila con su hombre, sin plantearse nada, dejando que los sonidos que escapan de los instrumentos la posean y regalando al fumador del fondo una caricia lenta con cada movimiento de cintura. Cuando su hombre la abraza desde atrás, segundos antes de acabar el baile, ella recuerda la manzana prohibida, la fruta más sabrosa, el pecado más mágico y secreto, tanto como lo es el amuleto que él le regaló y pervive enroscado en su tobillo. Ahora son sus ojos el pincel que dibuja el mapa de su cuerpo a través de su vestido negro, las manos que deslizan el tirante que ella coloca en ese mismo instante, los dedos que pasean el borde de ese escote promesa de unos senos que presagian almíbar, el mago que hace caer ese vestido, después de un largo viaje por su espalda, y vuela por su cuerpo casi desnudo. La música termina, los aplausos interrumpen su sueño.

Otra vez en la mesa les espera un daiquiri. Mientras bromea ella lo bebe despacio, marcando cada sorbo, dejando adivinar su cuello deseado al echar hacia atrás su cabeza para deleitarse con las últimas gotas. Su hombre achaca a la bebida el brillo de sus ojos de gata. La mujer inventa una disculpa y se dirige al tocador, justo al fondo del local. Al pasar junto a él le roza con su pelo un sólo instante, lo justo para expandir su fragancia de hembra a la vez que asegura ese tormento que le va a volver loco.

Deja el local y se mete en un coche que tarda en arrancar. Luego se pierde entre las calles iluminadas, pone la música, no deja de pensar en ella. Esa mujer es su pecado, uno más ya qué importa. Llega a un oscuro portal, una estrecha escalera, y al final de la misma, en la penumbra alguien le espera. El pelo negro suelto, el tirante caído, perfume inconfundible y en los ojos la huella del deseo. En su mano descansa una manzana cogida en algún puesto callejero. Le da un mordisco, una suave caricia recoge el zumo que resbala por sus labios. Abre la puerta y entra siguiendo el contoneo de esas caderas que le prometen todo… aunque todo es tan poco.

lunes, 16 de agosto de 2010

Imagino


Te imagino
sentada ante el ventanal
con la mirada perdida mientras,
en ese calendario imaginario,
tachas los días
que ya no nos separan.

Imagino
el ruido de ese avión
que te hace alzar la vista
sin ni siquiera darte cuenta,
y pensar qué sería
aparecer en aquel aeropuerto
y verte frente a mí.

Imagino
tus manos pegadas a las mías
dibujando el contorno de mis dedos
grabando su tacto en la memoria
sólo por un instante eterno
hasta por fin entrelazarse.

Imagino
la cascada de besos compartidos
presurosos, anárquicos,
volando por tu cara,
por mi pelo,
confundiendo las bocas.

Imagino
que luego, en el fondo de un taxi
me dices muy bajito
que me añoras,
y repites mi nombre
muy cerca de mi oído
y yo susurro el tuyo.

Te imagino.

martes, 3 de agosto de 2010

Summer time ...


Summer time…
Una trompeta rasga el aire con las notas de la vieja canción. La cantante, embutida en su traje negro que se confunde con la noche, desgrana lentamente la letra envolviendo al público que una vez más llena la plaza.

Sentada en el quicio de uno de los portales dejo que los acordes se introduzcan en mí, que inunden cada uno de mis poros erizándome la piel. Cada vez que oigo esta melodía me arrastra la misma sensación.

Cierro los ojos y dejo que me invada sin ni siquiera pensar en donde estoy, julio, fiestas mayores de una ciudad costera y elegante. Una plaza con grandes soportales de piedra soportando edificios de cristal, tal vez dormidos, oscuros. Los observo sin apenas darme cuenta.

Tras uno de los visillos se enciende una tenue luz. La silueta de una mujer parece dibujarse detrás de la ventana. Se sienta, comienza a cepillarse la melena siguiendo el lánguido ritmo de la música.

Summer time …
Otra figura aparece tras ella. Creo ver como retira el pelo de su cuello que comienza a besar. Ella se deja hacer.

En la gran explanada, muda, sólo se escucha una trompeta rompiendo el calor de la noche. Tras la ventana, dos cuerpos frente a frente. Adivino unos dedos que deslizan los tirantes de un vestido que suavemente resbala por el cuerpo femenino convertido en ofrenda a esas manos que ahora le recorren con suma delicadeza y la sientan en la mesa bajo la ventana.

Ahora sólo puedo ver su espalda arqueándose, su cabello ondulante al echar hacia atrás su cabeza mientras todo su cuerpo recibe las caricias amadas. Imagino una boca que le regala besos desde los dedos de sus pies, comienzo del río de unas piernas por las que él navega para desembocar en el mar de su sexo. Unas manos que dibujan cada curva de su geografía impaciente y hambrienta.

Summer time…

La voz voluptuosa se hace cómplice a la vez que voyeur de la pareja que ahora se devora detrás de la nívea cortina. Ella le aprisiona entre sus piernas en un abrazo que envuelve sus caderas. La trompeta marca el clímax final mientras los amantes cabalgan a lomos del deseo en este tiempo de verano.

La plaza se rompe en un cerrado aplauso que bruscamente me hace volver de mi ensoñación. Miro hacia el escenario. Saluda la cantante de oscuro pelo ondulado embutida en su traje negro noche. Saluda el trompetista, se miran cómplices en la magia de esta melodía.

Vuelvo mis ojos hacia la ventana, ¿cuál era? Ni una luz, ni una señal de la anterior escena. Se diría que esos cristales sólo esconden oficinas dormidas.

Se acerca, me trae la bebida que le había pedido. Le beso, su boca sabe a ron añejo. Me enlazo a su cintura, él juguetón hace que uno de los tirantes de mi vestido se deslice acariciando mi hombro. Nos alejamos caminando despacio hasta perdernos en la negrura de la playa.

A nuestra espalda la banda desgrana una nueva melodía. Se oye una trompeta.

lunes, 26 de julio de 2010

Recuerdos


La miraba, y toda la dulzura contenida en su cuerpo escapaba a raudales por sus ojos.

“¿Qué miras?”- preguntó ella sonriendo divertida. Él adoraba esa sonrisa.

“¿Recuerdas cómo te convencí para que te quedaras conmigo? Te dije que en el invierno venidero quería recordar el volumen de tus pechos en mis manos, tus muslos apretados enlazando mis caderas, la pulpa de tus labios.”

Ella acerca sus labios temblorosos a la mejilla del hombre al que más ama, el que le ha regalado recuerdos imborrables: la imagen de sus cuerpos hechos uno ante el espejo, los jadeos del deseo satisfecho esparciéndose en la playa, ramos de margaritas por su no cumpleaños.

El amante solícito deposita un suave beso en la mano de su amada, le separa sus cabellos de nieve de la cara y le pasa su brazo por la espalda ya curvada. Con paso trémulo adentran en su habitación mientras, sin dejar de acariciarla con los ojos le susurra bajito, “sabía yo que valdría la pena.”

sábado, 24 de julio de 2010

En unos días


Dentro de unos días ya todo habrá acabado, han sido muchos años juntos, casi 17, la mayoría de ellos me has hecho muy feliz. Cada vez que te acariciaba, que me perdía junto a ti desaparecían mis ansiedades, me sentía libre, protegida, segura.

Tú me has llevado por paisajes en los que encontrar mi paz, también has compartido conmigo tantas y tantas horas en soledad. Has escuchado una y otra vez esas canciones que han marcado los distintos instantes de mi vida, has sido mi confidente cuando he querido huir, ya sabes, eso tan típico en mi. Te buscaba y salíamos corriendo, no importaba si pasábamos toda la noche en vela, el caso era alejarme, alejarnos de lo que representaba un problema, nunca he sido buena resolviéndolos.

Contigo he llorado y he reído, he compartido dichas y tristezas, incluso de vez en cuando te he hecho esperar por estar ocupada con alguno de mis amoríos, esos que siempre acaban como el rosario de la aurora. Y tú siempre ahí, fiel, esperándome, dispuesto a arrancar de nuevo, siempre de cero, siempre hasta el infinito.

Y sin embargo ahora debo dejarte, sí, puede que suene duro. Tal vez no te lo creas pero me duele. Aunque me aleje de ti no puedo dejar de pensar en todo lo que me has dado, siempre pudiendo contar contigo, jamás me has dejado en la cuneta. Pero ya no hay remedio, lo sabes, otro se cruzó en mi camino.

No sé dónde irás ahora, nunca podré olvidar que fuiste el primero y quiero que sepas que siempre te recordaré. Aunque el otro sea mejor, más joven, más potente, tenga más caballos y muchos más air bags, nunca podré olvidar que fuiste tú el primero que me dio la libertad de volar sobre tus ruedas.

jueves, 8 de julio de 2010

Un viaje (haibu)



Un largo viaje
El viento me acompaña
Verdes los prados

Cuál es realmente la esencia de mi viaje, de este vagar por los caminos sin un destino cierto. No me importa dónde llegar, sólo quiero disfrutar del sol de la mañana bañando mi cara, de los guijarros que graban cada paso en mis pies, de las amplias llanuras que me permiten soñar en lo que hay más allá del horizonte.

Lluvia en la cara
Agua que purifica
Trae compañía

Con el transcurrir de los días me parece inventar nuevos itinerarios a través de la senda mil veces transitada. La soledad, fiel compañera de mis primeros días va alejándose lentamente, como si intentase que no me diera cuenta de su partida. Mi cuerpo se habitúa a la dureza de los kilómetros recorridos, y mi alma se abre al encuentro con nuevos caminantes.

Ser solitario
El fuego en la posada
Renacimiento

Y después las posadas, como la venta en la que esta noche disfruto de una comida ligera, al abrigo de un fuego compartido con otros peregrinos que, como yo, buscan el sentido de la vida en este viaje iniciático sin saber dónde nos llevará. Contando historias que de tan reales parecerían fantásticas a viajeros menos experimentados en el difícil arte del vivir.

Nueva morada
Descanso del viajero
Fin y principio

Ya veo el final. No hay ninguna señalización que lo indique, es el corazón quien lo marca. Siento que ya he llegado a mi destino, mi morral está lleno de experiencia, de sensaciones engendradas en noches estrelladas y días grises. Ya no recuerdo cual fue mi punto de partida, sólo sé que aquí me quedaré, comenzaré a construir mi casa, mi refugio en éste el lugar elegido para descansar hasta que el viento vuelva a soplar del norte y me invite retomar el camino sin importarme hacia dónde me dirijo.

jueves, 24 de junio de 2010

¿Un café?


Me gustaría que vinieses a mi casa
e invitarte a un café.
Saber cómo lo tomas,
¿con leche?
¿mucho azucar?
¿lo quieres muy caliente
o te veré enfriarlo
envidiándolo por recibir tu aliento?

Oír el soniquete alegre
que hace la cucharilla
al chocar con la taza,
y quedarme embobada
deseando limpiarte con los míos
la espuma que se posa en tus labios.

Y mirar a tus ojos traviesos
mientras una sonrisa
ilumina tu rostro al preguntar
“¿qué pasa?”
Y sentirme valiente
y contestarte sin apartar la vista
que no me pasa nada.
Nada excepto tú.



Para tí, por pasar.

sábado, 1 de mayo de 2010

Letras


Caricias hechas de agua y sal.

Dulces
como la melodía de tu voz,
como el recuerdo,
como tu memoria
que me envuelve,
se revela,
se escapa


Saladas

como el océano infinito
que te esconde,
te aleja,
te trae
a lomos de un centauro
entre la espuma de sus olas
y te traga de nuevo.

Mar

Calma absoluta,
muda como la muerte
agua,
que me baña lentamente
gota a gota
como las palabras
siempre esquivas

Escritura

Furia inmensa
tornado,
actividad febril
parir
y a la vez
renacer.

martes, 13 de abril de 2010

Señor de la noche


Mírale, en medio de tantos papeles ni siquiera se fija en mí. No ve que estoy acurrucado en mi rincón, observándole. Hace ya mucho rato que no me regala una de esas caricias descuidadas que tanto me gustan. Está absorto en sus libros, su ordenador, mientras de la radio escapa una música tranquila, que me hace enroscarse aún más sobre mí mismo mientras ronroneo provocador.

Oigo su voz cálida, acariciadora que en esta ocasión no se dirige a mí, sólo habla a través de un micrófono. Me aburro, dejo de escucharle, me estiro, soy yo quien le regala una caricia, sólo una antes de desaparecer a través de la ventana abierta.

La noche invita al paseo, me deslizo lentamente por mis caminos favoritos, disfrutando de la oscuridad sólo rota por el brillo de la luna, de alguna estrella. Me cruzo con alguna hermosa hembra con la que remoloneo durante unos momentos antes de seguir mi caminar. Alguna me sigue hasta darse cuenta de que hoy no me interesa su grata compañía.

El intenso calor mantiene las ventanas abiertas. Oigo roncar a un hombre. Un poco más adelante me paro curioso, varias ventanas arrojan la misma música que oía desde mi rincón, "Michelle my belle. These are words that go together well, my Michelle". Me asomo tímidamente a una de las habitaciones, una mujer acuna a un niño mientras escucha la canción, destila una ternura infinita. "I love you, I love you, I love you…" Salto ahora hasta un dormitorio totalmente desordenado en el que un joven rubio se quema las pestañas sobre un libro mientras suena la misma melodía.

Continúo mi camino, esa melodía parece envolverlo todo. Me paro un momento atraído por el olor dulzarrón que se desprende de un jardín, alguien está fumando. Sigo oyendo esa canción. Me quedo muy quieto en el muro del jardín, mimetizado con el color de la noche. "I want you, I want you, I want you…" Una pareja se ama sobre la hierba, silenciosamente, cadenciosamente.

Esa música no sale de mi cabeza. Vuelvo a andar el camino hacia mi casa, con cuidado, sin meter ningún ruido que pueda molestar a los que mantienen abiertas sus ventanas, hace tanto calor. Entro de nuevo en mi habitación, me acurruco en mi rincón. Mi dueño me coge, me pone sobre su regazo y me acaricia muy despacio, desde la cabeza hasta la punta de mi cola. Toda mi piel se eriza, ronroneo mimoso y me enrosco sobre mí mismo para dormir acurrucado sobre mi dueño. "I will say the only words I know that you’ll understand, my Michelle."



Para ti, ¿para quién si no hablando de gatos?

jueves, 8 de abril de 2010

Primavera


Risas de niños
roza mi cara el viento
huelo la rosa.


De árbol en árbol
van pájaros volando
titiriteros

Susurra el aire,
acaricia mi oído
juega travieso


Estrena flores
infiel al largo invierno
y tú sonríes


Manto de flores
mis pies pisan la hierba
el cielo llora.


Trinos alegres
gorjeos en las ramas
mi rostro al cielo.


Reinas al sol
dueñas de los jardines
las lagartijas


Ya está llegando
las chicharras lo anuncian
es primavera

sábado, 3 de abril de 2010

Vendo zapatos de niño sin usar

“Vendo zapatos de niño sin usar, precio de salida veinte euros”.

Las palabras estaban en la pantalla del ordenador, a punto de ser enviadas al famoso portal de subastas. Nicolás las miraba fijamente. Ya no sería el hazmerreír de la comisaría, ya no oiría cuchicheos a su paso comentando los cuernos que le ponía su mujer con todo el que se pusiera a tiro, ni tendría que ir a buscar al niño al colegio porque ella estaba completamente borracha. Ni volverían a pensar los compañeros que era el policía más patoso porque no había semana que no presentase señales de haberse dado algún golpe. Nada de eso volvería a ocurrir.

Hoy era el cumpleaños de Nico, cinco preciosos años y él volvía del turno de noche con esos zapatos deportivos que tanto le habían gustado a su hijo cuando los vio en el escaparate y que antes de comenzar su turno había comprado para regalárselos. Ni siquiera tuvo que abrir la puerta, los sollozos del niño se oían desde la escalera, otra vez la misma escena. Subió los peldaños con un repentino cansancio que sintió infinito. Al entrar el chaval ya se había callado. Ella, absolutamente borracha zarandeaba su cuerpecito inerte como si fuera un fardo mientras seguía regañándole por derramar el desayuno. “Maldito niño, se habrá creído que soy su criada,”.

Nicolás, aterrado no tuvo que esforzarse demasiado para separar a su mujer del niño. Nada podía hacer por él. Lo dejó cuidadosamente sobre la cama y preso de rabia golpeó a la mujer una y otra vez hasta agotarse. Después abrazó a su hijo durante un momento eterrno.

“Y ahora, qué hago yo con los zapatos de Nico?” Sin saber por qué, se acercó al ordenador, la pantalla mostraba una página de subastas que con seguridad habría abierto su mujer. Escribió su oferta “Vendo zapatos de niño sin usar” y llamó a la comisaría informando de lo que había ocurrido.

Sólo quedaba apretar la tecla que enviaría su oferta a la gran tienda virtual. En su lugar, cogió su revolver reglamentario, se lo llevó a la boca y apretó el gatillo.

jueves, 4 de marzo de 2010

¿Qué más quisieras?


¿Qué más quisieras?

¿Acaso dibujar en mi piel
con los pinceles de tus manos?
¿Regalarme palabras
que me envuelvan en brumas de deseo?
¿Inventar melodías
para la guitarra que conforma mi cuerpo?

¿Qué más quisieras?

¿Escuchar a mis ojos cantarines
inventar poemas sin palabras?
¿Poder leer poemas
que te pertenezcan?
¿Amanecer sabiendo
que sentirás mis pasos detrás tuyo?

Dime

¿Qué más quisieras?

domingo, 14 de febrero de 2010

Domingo 14 de febrero




Entre los muros de la calle vacía
el amanecer extiende sus ramas,
el sol se despereza contra las fachadas
arrastrando lentamente sus pies de plomo
y la muerte huye despavorida
ante la claridad que se abre paso.
Apenas se levantan las primeras persianas
y el olor a café atrae
los pasos somnolientos
a la vez que acaricia sensualmente
mi frágil esqueleto perezoso
que se arrastra por el helado suelo.
Siento frío este día neonato
en que las venas se me hielan
como hilo tejiendo una mortaja.
Me paraliza el miedo,
atenaza mis manos
y el olor del café se torna hediondo,
corrompido de muerte fugitiva
invitándome al viaje inevitable.
Apresuradamente huyo sin rumbo fijo,
me lanzo entre páginas impresas
buscando un lugar dónde huir,
pero ya es tarde. Abro el periódico
y allí leo en las necrológicas,
un tal San Valentín, -siento un escalofrío-
ha muerto atrapado al quedar sepultado
al final de un poema.

sábado, 6 de febrero de 2010

James y Nora


La lluvia torrencial y continua de la noche ha dado paso a una mañana limpia. El cielo que parece querer hacerse perdonar comienza a mudar sus tonalidades grises que pretendían entristecer, sin conseguirlo, los últimos días.

Sentada en un banco me gusta observar como todo comienza a revivir bajo este tímido sol, especialmente los niños que salen como animalillos de sus madrigueras. Niñas rubias de cabello revuelto bullen alrededor de sus madres que intentan atrapar en sus pieles blanquísimas estos rayos tramposos, presintiendo que no durarán demasiado.

Pronto dejan de interesarme los juegos infantiles y me entrego a uno de esos placeres que marcan mis días sin prisas en los que el paso de las horas no es sinónimo de falta de tiempo y tareas sin acabar. Es un martes de agosto y me dispongo a leer el periódico del domingo anterior. Me gusta enfrentarme a los diarios atrasados en los que las noticias han perdido su importancia. Ya no duelen las caras de esos peruanos desolados por un terremoto, la narración de las últimas horas de esa muchacha pertenece al pasado y el euribor y las hipotecas se encuentran en el mundo real, fuera del que ahora me encuentro. Ni siquiera pienso en el egoísmo humano en el que me sumerjo por completo.

Atrae mi atención un artículo en la última página. El articulista escribe sobre James Joyce, su relación de amor – odio con el mundo que le rodea despierta la mía con este escritor. El principio del artículo en el que se muestra el pozo en el que cae y del que saca lo mejor de su escritura me produce una reacción agridulce que me hace abandonar su lectura, prefiero a Rosa Regás y su aventura por Siria, me hace soñar.

Sin darme cuenta me descubro pensando de nuevo en Joyce, más exactamente en su relación con Nora Barnacle, una mujer inculta que nunca le entendió pero que fue su motor, la que le llevó a escribir su obra cumbre. Siempre me ha fascinado Nora, incapaz de seguir la escritura o la genialidad de su marido pero capaz de hacerse irresistible, imprescindible para él que la amó apasionadamente durante toda su vida. Era una mujer sensual hasta el extremo, que sabía mantener el juego erótico incluso en la distancia, por medio de una correspondencia apasionada en una época en la que la inmediatez en las respuestas brillaba por su ausencia. Ella fue el complemento perfecto que le permitió dejar a un lado las inhibiciones que le habían marcado como irlandés, con todo lo que eso significaba (¿aún significa?), y a ella, junto con su otra amada, Dublín, le dedicó página por página, casi renglón por renglón su “Ullyses”.

Las horas han ido pasando, los niños han desaparecido al igual que sus madres. Doblo el periódico pensando que al volver a casa tendré que releer a Joyce, y sintiendo que no lo haré, que deberá de esperar a otras vacaciones, quizás en navidad.

La belleza, la tranquilidad, el silencio del bosque y el lago hacen daño, tal vez por lo inusual de este paisaje en mi entorno. Sonrío, siento lo mismo que leyendo al irlandés. Sé que ambos quedarán muy dentro de mí, para disfrutarlos en momentos muy especiales. Nora es otra historia, en ella veo las pequeñas cosas que construyen los momentos dichosos cada día, sin aspirar a la Felicidad, esa con mayúscula que tantas veces nos hace perder el tiempo intentando encontrarla.

Una mañana de agosto en un pueblo gallego.

martes, 2 de febrero de 2010

Anuncios por palabras 1


Perdido gato callejero. Responde al nombre de Monigato, le bautizaron los niños del barrio porque dicen que tiene cara de monito. No confundir con los monigotes que pululan a diestro y siniestro cambiando de opinión según sopla el viento, ni con los mojigatos, este animal era más bien promiscuo y a veces mal encarado.

Desapareció en la zona de La Quebradilla, aunque la esperanza de encontrarle no se quiebra entre la gente menuda del barrio.

Si lo encuentran por favor contacten con el señor Marcos Alegre, que así se mostrará por la buena nueva. O dejen recado a cualquiera de los chavales de la calle Buendía, seguro que para ellos recuperar al gato hará que ese día sea el mejor.

Abstenerse bienintencionados con falsas esperanzas que para eso ya están los monigotes antes mencionados, o graciosillos deseosos de hacer chistes malos, que ya ven que para eso nos valemos solos.

martes, 19 de enero de 2010

Oración


Pido, ¡oh Señor! que una vez tan solo
vuelva hacia mis ojos su mirada.

Ruego por apartar su faz de mi deseo
me cubro con un velo
la cabeza,
el cuerpo todo
escondo
pero relampaguean mis ojos
que aletean
llamándole a voces
en silencio.

No sé cual es su nombre
pero yo le bautizo,
Sayyid Farid,
entierro estas palabras
en la arena,
que vuelen en el viento,
quizás lleguen a él.

Y sus pupilas negras
me acarician
bebe la miel de mis pezones blancos
con sus labios oscuros.

El sol cae en el patio
el néctar de los dátiles maduros
resbala de mi boca hasta la suya,
el rumor de las fuentes
refresca mis sentidos
a la vez que el aroma del incienso
me adormece.

Lentas melodías africanas
deleitan mis oídos
mientras mi amo me desvela
y acaricia mi cuerpo sutilmente
como aroma de azahar
y suave lino
hasta que el hierro de su espada
hace arder mis entrañas
al clavarse hasta lo más profundo
de mi cuerpo.

El sol ardiente cesa
dando paso a la brisa
que refresca la incipiente noche,
veo la tarde morir en las colinas
y pido ¡oh señor!
que me hagas el amor como en mis sueños
al menos una vez en esta vida.







viernes, 8 de enero de 2010

Miedo


Tenía miedo, un miedo que le atenazaba sin tregua. Hacía tiempo que su vida se había convertido en una sucesión de minutos vacios, uno, dos, otro, infinito... Ni siquiera ese trabajo antes reconfortante llenaba ahora sus horas, esas que pasaban lentas, monótonas una tras otra. Cada uno de sus días le acongojaba el mismo pensamiento, y las noches eran una pesadilla continua, un agujero negro que se repetía sin cesar. Las profundas pinceladas violáceas que enmarcaban sus ojos cada vez más hundidos no hacían presagiar nada bueno.


Nadie se lo explicaba. Él sí, él podía sentir el pánico que le producía la idea de encontrársela. Todas las mañanas respiraba, aliviado por un momento cuando tras despertarse recorría cada rincón de su casa y nada había cambiado.


Pero era inevitable, por fin sucedió. Aquel lunes, justo después de un fin de semana en el que no había salido de casa se tropezó con ello en la cocina cuando se iba a preparar el café del desayuno, ni siquiera se había dado cuenta del olor hasta que dio el traspiés. Se preguntó cuánto tiempo llevaría allí tirada. No pudo retirar el pie a tiempo. Era su alma putrefacta que arrastraba con fuerza su tobillo para hacer que su cuerpo se le uniese de nuevo.

sábado, 2 de enero de 2010

Pesadilla


De nuevo llueve, las gotas golpean con furia los cristales. Esta maldita lluvia me acompaña, me baña y me envenena. Deja la salmuera en mis labios, su sonido rebota en mi cerebro una vez y otra, y otra sin parar.


Llueve. El frío acompaña al agua que cae sin compasión. Me cubre, me traspasa, ahoga mi garganta con sus garras mojadas. Se cuela por mi ropa, por mi alma. Se derrama en mi cuerpo. Maldito frío, me abraza con sus garras metálicas. Me asfixia con su manto. Prensa mis huesos hasta hacerlos añicos.


Otra vez llueve. El agua corre bajo mi cuerpo roto, tirado, malherido. Empapa el pelo y corre por mi cara. Ojos hinchados, labios secos a pesar del río que recorre mi cuerpo. Y de nuevo comienza esa maldita lluvia sonando en los techos de los coches, en los adoquines, dentro de mi cabeza.

Despierto, no sé cuánto he dormido. Me muevo lentamente y me descubro bajo sábanas cálidas. Todo fue un sueño. ¿Todo? ¡Dios, la pesadilla vuelve! Llueve, la luz del contestador dice que hay un mensaje. No, no voy a contestarlo. Quiero que todo acabe. O tal vez realmente deseo ser ese cuerpo arropado por la lluvia en cualquier calle.

viernes, 1 de enero de 2010

Deseos 2010


El poema de esta entrada no es mío, pero yo no expresaría mejor mis deseos para el 2010. Gracias Emilio.


Que las armas, se vuelvan mantequilla
que las balas, se vuelvan polvorones,
que los tanque solo sean de turrones
y las guerras en el cine, por taquilla.


Que el amor rellene los espacios,
que los ricos se vuelvan comprensivos,
que el que manda se piense los motivos
y los pobres no arrasen los palacios.

Que el amigo lo sea para siempre,
que el amante te trate con cariño
y su mano sea suave como armiño.

Que la vida te sonria nuevamente,
aunque vea de tu ropa el desaliño,
y el abrazo te dure eternamente.

Emilio Medina