jueves, 4 de agosto de 2011

Urracas


El día se ha levantado despejado, solo alguna nube blanca, sin ningún peligro de estropear baño de los valientes que se atreven con el Cantábrico, mucho más frío que de costumbre este verano. También disfrutarán de este respiro que las lluvias están dando, los que simplemente toman el sol sobre la arena mientras escuchan música, juegan con un balón o ayudan a los nietos a hacer castillos de arena.

El agua está lleno de niños y de “urracas” embutidos en sus trajes de neopreno y adentrándose en el mar encima de sus tablas, esperando esa ola a la que montar y que les lleve hasta la orilla como poderosos caballeros.

Desde un mirador por encima de la playa los veo caer una y otra vez, volver a levantarse, subirse a lomos de sus caballos de colores y nadar lo más rápido posible a contracorriente para ponerse otra vez en posición. Estos últimos años he aprendido a apreciar la belleza de esas figuras negras que, como una bandada de pájaros se internan en busca de ese momento soñado en el que ejercer de dios por unos momentos y ponerse en pie sobre las aguas para que éstas les depositen en la orilla. A disfrutar viéndolos intentarlo repetidamente y puedo imaginar la sensación de plenitud que sienten al lograrlo.

Estos últimos años, sobre una tabla de surf has conseguido que yo sea capaz de dejar pasar el tiempo simplemente viéndote caer una vez tras otra, tambalearte encima de una ola que al final ha podido contigo, dar los primeros pasos como un niño vacilante que comienza a caminar, ahora sobre una tabla, y siempre termina en el suelo … o zambullido en el agua. Ayer disfruté también viendo cómo por fin cogías la ola, cabalgabas sobre ella y por unos instantes eras el dios del mar hasta que éste se revolvía molesto y todo comenzaba de nuevo. Y así, desde lo lejos me adentraba contigo en las aguas heladas montando tu moderno caballo azul, retando al mar de nuevo e intentando ganarle la partida.

Gracias, Álvaro