lunes, 26 de julio de 2010

Recuerdos


La miraba, y toda la dulzura contenida en su cuerpo escapaba a raudales por sus ojos.

“¿Qué miras?”- preguntó ella sonriendo divertida. Él adoraba esa sonrisa.

“¿Recuerdas cómo te convencí para que te quedaras conmigo? Te dije que en el invierno venidero quería recordar el volumen de tus pechos en mis manos, tus muslos apretados enlazando mis caderas, la pulpa de tus labios.”

Ella acerca sus labios temblorosos a la mejilla del hombre al que más ama, el que le ha regalado recuerdos imborrables: la imagen de sus cuerpos hechos uno ante el espejo, los jadeos del deseo satisfecho esparciéndose en la playa, ramos de margaritas por su no cumpleaños.

El amante solícito deposita un suave beso en la mano de su amada, le separa sus cabellos de nieve de la cara y le pasa su brazo por la espalda ya curvada. Con paso trémulo adentran en su habitación mientras, sin dejar de acariciarla con los ojos le susurra bajito, “sabía yo que valdría la pena.”

2 comentarios:

Blao dijo...

Siempre fueron cariñosas las manifestaciones de amor, ¡a todas las edades! pero en la vejez si cabe su ternura más conmueve y se derrama como un atardecer suave en medio de soledades.

Voces del cerro aislado dijo...

muy bien lograda la imagen que quieres volcar... mis felicitaciones