Acaricia mi espalda, pósate sobre mí roza mi piel apenas,
arrópame con tu fino manto sólo lo justo para desearte. Hazme oír el rumor que
te precede, obsérvame furtivo mientras mi cuerpo se pone alerta cuando
presiente tu llegada. Envuélveme en tu
torbellino, revuelve mi pelo hasta hacerlo maraña. Rodéame en una zambra loca,
interminable. Camina por mi cuerpo mientras los cascabeles de tus brazos
infinitos tintinean marcando el compás de mi falda.
Te espero, sí soñándote. Abandonada al capricho de
tus cambios de rumbo, deseando sentir el roce de tus labios invisibles que me
llenan de nuevas sensaciones en la tarde callada. Todo a mi alrededor puro
desorden mas sólo existes tú, mitigando el calor que quema cuerpo y alma. Y me
dejo mecer mientras desvistes lo que queda de tarde a la vez que mi cuerpo
perezoso, mientras alejas nubes y renacen deseos. Y me quedo prendida de tus manos, a orillas
de la nada, poseyendo extraños espejismos, poseída por ti amante clandestino a
la intemperie de esta tarde baldía y ocupada.