jueves, 12 de julio de 2012

A veces en las noches ...



A veces en las noches hace frío, tanto que se convierte en hielo lo que toco a mi paso. El solo roce de mi pie con las piedras las transforma en escarcha. Y parece que lloran. El hielo me traspasa las venas, se clava en mis entrañas, me desgarra por dentro hasta abrasarme.

A veces en las noches la tristeza envuelve el infinito. Emana de los ríos, de las alcantarillas, del fondo de la calle cortada y corre con lentitud exasperante hasta alcanzarme. Me rodea, me abraza, me aprisiona, me tritura, me ahoga, me atenaza.

A veces, en las noches heladas de un verano cualquiera se enciende una bombilla detrás de una ventana. Aparece la muerte maloliente con su traje de fiesta. Atractiva, moviéndose excitante al bailar una danza macabra. Y el frío de la noche se derrite atado a sus caderas y se quema la tierra, ruge, se resquebraja y de pronto me engulle en su agujero negro.

A veces en la noche desaparece  el frío, se apaga la tristeza y la vida en las profundidades se hace insoportable. Y los muertos sólo quieren morir.