viernes, 27 de diciembre de 2013

Padre Nuestro



Padre nuestro que estás en los cielos
dicen que viéndonos desde ahí arriba
no sólo nos veas, también míranos
mira cómo cada vez hay más niños hambrientos
más madres con las ubres secas por falta de alimento
más padres desesperados sin hogar.

Santificado sea tu nombre
pero no por esos que nos manipulan en nombre de Dios
por hombres con alzacuellos estériles de alma,
deja que lo santifiquen los mendigos que ayer tenían trabajo
las mujeres que buscan en los cubos de basura
algo casi caducado que llevarse a la boca
los que reparten comida cada día
en tantos comedores sociales.
 
Venga a nosotros tu reino,
el tuyo, no el de que los que viven en la opulencia
robando, mintiendo, explotando a otros hombres
ni el de los que te rezan cada día
unos momentos antes de firmar leyes
que nos hacen más pobres,
que permiten que nos muelan a palos por gritar en la calle.

Y hágase tu voluntad
¡a  veces es tan duro! ¡está tan escondida!
luchar contra la intolerancia hacia los diferentes
escuchar a tantos dependientes sin recursos
decir adiós a los seres queridos que se marchan de casa
no pensar en matar en la tierra
ni lanzar maldiciones al cielo omnipontente y tan esteril
no Señor, no sé ya si creer en tus bondades.

El pan nuestro de cada día dánosle hoy
ahora bien te lo advierto, tendrás que trabajártelo
porque hay millones de parados
a quien su pan le es robado cada día
y no sólo su pan, también su hogar
un lugar en donde cobijarse
una estufa donde quitarse el frío
y si no pan, al menos esperanzas regálanos Señor.

Perdónanos nuestras deudas
ya que ellos no lo hacen
y los bancos se enriquecen con ellas
y nos roban la sangre, la esperanza
(de nuevo la esperanza, redundante).

Haz que perdonemos a nuestros deudores
nosotros que podemos
los que comemos cada día
que vamos a la escuela
y pagamos universidades
haz que seamos Personas.

No nos dejes caer en la tentación
de olvidar
de conformarnos
de no luchar
de matar cucarachas que parecen hombres
como soy egoísta te pediría que lo hicieses tú
que los rayos que lances no destrocen santuarios vacíos
que regales conciencia a los que pegan palos
que las leyes recaigan en esos que las firman.

Y líbranos del mal que nos atenaza hasta la asfixia
de políticos inmundos que acaban con nosotros
de poderosos que destrozan vidas y esperanzas.

amen

(basado en el "Padre Nuestro Latino Americano" de Mario Benedetti)

 

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Lunes, diciembre




Otro diciembre más, otra vez las luces encendidas, las guirnaldas colgadas, la Plaza tomada por los puestos repletos de belenes, ramos de acebo y melancolía. De nuevo el mismo ritual, recorrer las aceras repletas de gente presa sus pensamientos que camina deprisa. Hombres enfundados en abrigos de cuellos subidos, jóvenes de miradas bajas, fijas en un móvil o en el vacío más allá de dios sabe dónde.
 
Guiada por un aroma harto familiar me fijo en la mujer  que, sentada en su puesto, voltea unas castañas. En los niños que, cogidos de la mano de su madre parecen hombres en miniatura. No hay carreras, ni risas, ni siquiera perros. Tampoco veo al hombre  que desubicado  cuenta su historia a todo el que quiere escucharle, regalarle un poco de su tiempo, el calor que transmite una mirada.
 
En silencio recorro aquellas mismas calles perdido en mis recuerdos. No sé cómo, casi sin darme cuenta levanto la mirada y me topo con él. Me paro unos instantes, miro por la ventana. Allí nos veo, tomando esa cerveza imposible y la vez tan palpable.  Tal vez haya sido la música presente, inexistente y deseada. Pero no, el saxo no sonaba, el pequeño escenario aún estaba vacío, la mesa a la derecha fría, desocupada.
 
De repente la ciudad se presentó desierta. El incesante ruido de los coches tal vez había enmudecido, las luces de neón parecían apagadas, y las sirenas, antaño parte del paisaje  ya no estaban. Tampoco estabas tú, y por tanto yo  allí ya no era nada.
                                  
                                                                                  Volver a ser, a estar…
 
 
 

miércoles, 9 de octubre de 2013

Retrato



Pasan, pasaron, pasarán. Toda tu vida tras el mismo guión, el pasillo mecánico por el que se deslizan personajes de rostro intercambiable, y tú allí, al otro lado, solo, displicente en tu falsa alegría, en esa indiferencia mentirosa que te erosiona hasta desangrarte.

Tú allí, frente a ese espejo, máscara imperturbable que esconde, fracaso tras fracaso, medio siglo de cruel supervivencia. Hoy celebras, nuevamente  a destiempo el llamado milagro de la vida. Milagro, sí, es seguir existiendo tras un viaje marcado por las idas sin vuelta, por esas miradas de reojo al fondo del abismo. Trayecto alimentado por tantos compromisos, el sexo sin amor de todos estos años, el amor vacuo, la compasión tantas veces disfrazada de ternura, de los amigos aquellos que murieron al mismo tiempo que la adolescencia apenas queda nada, una postal por navidad y basta. No supiste cuidarlos, tal vez los confundiste con cactus en medio de un desierto, el erial reflejado en todos los espejos que ya no cuelgan de las paredes de tu casa.

Y pensar que … No, tú no, ellos tienen la culpa. Aquellos que te hablaban de todas tus virtudes sin el adorno de ningún defecto. Los que te arrastraban cada noche al último bar abierto donde tú les pagabas las copas. Aquella chica que te pescó tratando de escapar de su casa (y se enredó en tu tela) y ahora, marchita ni siquiera maldice su existencia … ni la tuya cuando en sesión continua enumera, amante tras amante, las mujeres que han pasado por tu vida. Ninguna se quedó. El hijo que apenas tiene en cuenta tu presencia, espejo indeseado, indeseable en el que ver lo que ya no será, lo que nunca llegó.

Coleccionista de imágenes en sepia, desvaídas, inertes. Amante sin amor, masturbador acompañado, buscador insaciable de la felicidad sin un final feliz, ni siquiera un principio. No aprendiste a retener la dicha más allá de unos pocos segundos. “La vida es servicio y sacrificio”  te enseñaron. Y tú fiel, ¡qué ironía! a aquellas enseñanzas infantiles, te marchitas ya muerto a los cincuenta años. El hombre que temía despertarse de aquella pesadilla recurrente y verse convertido en  el mendigo que reinaba en sus sueños, es hoy el más pobre de todos los mortales, sin amor, sin amigos, sin familia a pesar de aquellos que le esperan sentados a la mesa a celebrar, otra vez a destiempo el hecho de estar vivo más o menos.

 


domingo, 15 de septiembre de 2013

...



Lenta, lombriz muda, arrastrándose milímetro a milímetro, camino interminable. Mutismo, inmensidad vacía, luz angustiosa que quema sus ojos, denso silencio. Sube la niebla, anega sus pulmones, no opone resistencia, inhala el putrefacto vaho que la envenena, cierra los ojos ciegos. Tarde de domingo.

jueves, 23 de mayo de 2013

Sucederá



Me esperarán tus manos,
tus caricias.
Soñarán con lugares infinitos
anhelarán desmontar el puzzle
inabarcable de un cuerpo de mujer.
Ese que tú vislumbras
adivinas.

Me buscarán tus ojos
entre la soledad
de una calle repleta,
en el silencio
que produce el gentío
corriendo hacia ninguna parte.

Y me verás llegar,
marcando cada paso en el asfalto
abriéndome camino
sin perder tu mirada
mientras me ofrezco a ti
completa, sin tapujos
embutida en mi traje de invierno.
Mis dedos te acarician
sin salvar la distancia
que de ti me separa.

Y de pronto sucede
Salto, saltas barreras
atraviesas distancias
y te encuentro
y llegas y me abrazas
me entrego, tu te entregas
y de pronto amanece
y la ciudad dormida se despierta
el invierno es verano
sobran las primaveras
y es domingo.

miércoles, 2 de enero de 2013

No es tan fácil ...




No es tan fácil dibujar sonrisas en ojos vacíos, escribir poemas con alma mientras el mundo zozobra en la nada a tu alrededor, desear feliz año fingiendo esperanza con premeditación y alevosía, reír frente a una mesa repleta sabiéndote, a pesar de todo y de todos, tocado por los dioses…. de momento.

 No es tan fácil mirar a los ojos de los niños mientras les hablas de qué es importante (¿qué es importante?), escupir palabras tan solemnes, tan violadas que hoy parecen inmundicia, combatir sabiendo que la lucha es vana por perdida, recorrer la distancia que marca el diario quehacer cuando cada pisada pesa como un muerto.

No es tan fácil estar codo con codo con  hombres y mujeres abatidos antes de entrar en lucha, agotados en justas de resultado injusto, presentido, conocido antes de comenzar y guardar sin embargo un gramo de esperanza.

No es tan fácil cambiar el número del calendario, relevar a ese inocente “trece” de una maldición que le acompaña y que esta vez parece inevitable,  despojar de razón a aquellos agoreros que ven desgracias detrás de cada esquina, celebrar la entrada de este año que trocará en piltrafas lo poco que aún nos queda.

No es tan fácil escribir poesía hundido en la inmundicia, ni vivir rodeado de muertos que piensan que están vivos (¿estaré también muerta?), ni reír con las pequeñas cosas importantes antaño cuando el mundo se agrieta hasta resquebrajarse, cuando el volcán estalla y su escoria nos cubre hasta mimetizarnos, cuando la marea aun siendo verde o blanca se va volviendo gris y nos engulle.

No, hoy no es fácil vivir pero es obligatorio.