miércoles, 4 de diciembre de 2013

Lunes, diciembre




Otro diciembre más, otra vez las luces encendidas, las guirnaldas colgadas, la Plaza tomada por los puestos repletos de belenes, ramos de acebo y melancolía. De nuevo el mismo ritual, recorrer las aceras repletas de gente presa sus pensamientos que camina deprisa. Hombres enfundados en abrigos de cuellos subidos, jóvenes de miradas bajas, fijas en un móvil o en el vacío más allá de dios sabe dónde.
 
Guiada por un aroma harto familiar me fijo en la mujer  que, sentada en su puesto, voltea unas castañas. En los niños que, cogidos de la mano de su madre parecen hombres en miniatura. No hay carreras, ni risas, ni siquiera perros. Tampoco veo al hombre  que desubicado  cuenta su historia a todo el que quiere escucharle, regalarle un poco de su tiempo, el calor que transmite una mirada.
 
En silencio recorro aquellas mismas calles perdido en mis recuerdos. No sé cómo, casi sin darme cuenta levanto la mirada y me topo con él. Me paro unos instantes, miro por la ventana. Allí nos veo, tomando esa cerveza imposible y la vez tan palpable.  Tal vez haya sido la música presente, inexistente y deseada. Pero no, el saxo no sonaba, el pequeño escenario aún estaba vacío, la mesa a la derecha fría, desocupada.
 
De repente la ciudad se presentó desierta. El incesante ruido de los coches tal vez había enmudecido, las luces de neón parecían apagadas, y las sirenas, antaño parte del paisaje  ya no estaban. Tampoco estabas tú, y por tanto yo  allí ya no era nada.
                                  
                                                                                  Volver a ser, a estar…
 
 
 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Quiero volver