martes, 21 de septiembre de 2010

Mi barrio


Mi arcón es un piso bajo en un bloque de un barrio “modesto”, término que encierra el que entonces era uno de los peores barrios de Madrid. Guarda la acera que bajaba cada mañana para ir al colegio, bordeando los otros edificios todos iguales, de ladrillo rojo y su pequeño jardín dando la bienvenida. Las tardes de primavera llenas de madres sentadas en sillas plegables, cosiendo en esos jardines mientras los niños corríamos, jugábamos, nos peleábamos. Las historias que inventábamos y en las que nunca era la princesa, ni la dama a la que rescatar sino uno de los rescatadores (un chicazo, qué se le va a hacer). Los veranos muertos de calor también en la calle, esta vez los jardines sólo para nosotros, la chiquillería, los adultos no se atrevían a salir a la calle hasta que el sol no se ocultaba. La calle, siempre la calle como punto de encuentro, ese es mi principal recuerdo de niñez, el que no podrán tener los niños que ahora se crían en mi barrio, ¿o tal vez sí? No me siento apegada a un país, una comunidad y casi ni siquiera una ciudad pero soy una enamorada absoluta de las calles en las que crecí y a las que estoy convencida de que regresaré para quedarme.

Cada dos semanas vuelvo a casa de mi madre, paseo por el barrio, lo disfruto, lo huelo, dejo que penetre en mí, y ¿sabes lo que más me gusta ahora de él? El mosaico de razas, lenguas y colores en que se ha convertido. Sigue siendo un barrio humilde, modesto, aunque sin las lacras que tenía cuando yo era pequeña, y por eso lo habitan un gran número de inmigrantes y son sus niños los que ahora llenan las calles mientras los mayores regentan tiendas de chucherías, cibers o simplemente cuidan de ellos sentados en los bancos o hacen la compra. A veces me quedo mirando a unos y otros, tal vez descaradamente, pero sólo es para volver a impregnarme de esa esencia de barrio que exhalan las casas remozadas, las personas desconocidas y a la vez tan iguales a las de entonces, las tienducas, los bares.

Y ahora que me doy cuenta, en el lugar donde vivo, una ciudad dormitorio fea como ella sola aunque a un tiro de piedra de otras mucho más hermosas, mi barrio también se ha convertido en extremadamente multicultural, y ahora mismo escucho voces de niños en las calles, y apenas hay coches. Tal vez me recuerde a mi barrio y es por eso por lo que también aquí me siento tan a gusto.

3 comentarios:

Blao dijo...

Nuestra infancia no sólo recorre los primeros años de nuestra vida. Luego ella también anda como principal referencia a lo largo de nuestros años maduros. Y nuestra niñez, con su mejor entorno de libertades, asueto, tiene (?, tuvo en la calle su expresión más lúdica. Y aquella exteriorización de ayer es sin duda hoy el mejor recurso para esa amplitud de miras, global y multiétnica de la protagonista de este relato.

Narci M. Ventanas dijo...

Preciosa descripción, Magda, coronada con el fluir de los sentimientos y los recuerdos que se funden con el presente, lo vivido y lo vivible en perfecta armonía dentro de tu corazón.

Besos

Magda dijo...

Juan, mil gracias por tu comentario. Siempre son muy valiosos para mí.

Narci, aunque con mucho retraso, un abrazo inmenso.