
Pido, ¡oh Señor! que una vez tan solo
vuelva hacia mis ojos su mirada.
Ruego por apartar su faz de mi deseo
me cubro con un velo
la cabeza,
el cuerpo todo
escondo
pero relampaguean mis ojos
que aletean
llamándole a voces
en silencio.
No sé cual es su nombre
pero yo le bautizo,
Sayyid Farid,
entierro estas palabras
en la arena,
que vuelen en el viento,
quizás lleguen a él.
Y sus pupilas negras
me acarician
bebe la miel de mis pezones blancos
con sus labios oscuros.
El sol cae en el patio
el néctar de los dátiles maduros
resbala de mi boca hasta la suya,
el rumor de las fuentes
refresca mis sentidos
a la vez que el aroma del incienso
me adormece.
Lentas melodías africanas
deleitan mis oídos
mientras mi amo me desvela
y acaricia mi cuerpo sutilmente
como aroma de azahar
y suave lino
hasta que el hierro de su espada
hace arder mis entrañas
al clavarse hasta lo más profundo
de mi cuerpo.
El sol ardiente cesa
dando paso a la brisa
que refresca la incipiente noche,
veo la tarde morir en las colinas
y pido ¡oh señor!
que me hagas el amor como en mis sueños
al menos una vez en esta vida.
vuelva hacia mis ojos su mirada.
Ruego por apartar su faz de mi deseo
me cubro con un velo
la cabeza,
el cuerpo todo
escondo
pero relampaguean mis ojos
que aletean
llamándole a voces
en silencio.
No sé cual es su nombre
pero yo le bautizo,
Sayyid Farid,
entierro estas palabras
en la arena,
que vuelen en el viento,
quizás lleguen a él.
Y sus pupilas negras
me acarician
bebe la miel de mis pezones blancos
con sus labios oscuros.
El sol cae en el patio
el néctar de los dátiles maduros
resbala de mi boca hasta la suya,
el rumor de las fuentes
refresca mis sentidos
a la vez que el aroma del incienso
me adormece.
Lentas melodías africanas
deleitan mis oídos
mientras mi amo me desvela
y acaricia mi cuerpo sutilmente
como aroma de azahar
y suave lino
hasta que el hierro de su espada
hace arder mis entrañas
al clavarse hasta lo más profundo
de mi cuerpo.
El sol ardiente cesa
dando paso a la brisa
que refresca la incipiente noche,
veo la tarde morir en las colinas
y pido ¡oh señor!
que me hagas el amor como en mis sueños
al menos una vez en esta vida.