lunes, 21 de diciembre de 2009

La China



Ya habían anunciado que el frío llegaría de repente pero hacía días que esperaba esa tarde de viernes sin trabajo para acercarme a Madrid, “a ver las luces”, ya llevaba años sin ilusionarme con ellas y éste era diferente, nada iba a estropearme el día y mucho menos unos pocos grados bajo cero. Pude notarlo nada más salir de la estación del tren, el frío mordía feroz, según acababan las escaleras mecánicas y asomábamos a la calle, nos subíamos la bufanda, bajábamos el gorro y nos ajustábamos los guantes. También fue entonces cuando la vi por vez primera, estaba muy quieta, su rostro aniñado transmitía dulzura, paz. Me paré un solo instante a mirarla y seguí mi camino. Las luces iluminaban el cielo de la ciudad. Desde el arcoíris multicolor de Chueca que hacía llover alegría a la calle helada, hasta las elegantes bombillas de Preciados o las modernistas, horizontales, folclóricas, etc que llenan todo el centro de Madrid.

Otro de los elementos típicos de mi ciudad en estos días son los árboles navideños, nada que ver con el inmenso pino de mi infancia, ese que adornaba La Puerta del Sol y los anuncios de Coca Cola. Ahora todos son de diseño, compitiendo a ver cual llama más la atención, cual brilla más o tiene más colorido. Allí estaban ese tan raro hecho de cubos en La Gran Vía, el otro más tradicional en La Plaza de España o el remedo de mi añorado abeto de La Puerta del Sol.

Madrid estaba perfecto el pasado viernes, vivo, bullicioso pero aún sin el agobio que imagino llegará en los próximos días. Incluso La Plaza Mayor parecía estar medio vacía a pesar de los típicos tenderetes navideños de belenes y bromas. Este año un carrusel invitaba a los niños a subir justo antes de ir de puesto en puesto para conseguir esas figuritas que cada año se olvidan de volver a su caja de cartón el siete de enero. Por supuesto estando en este lugar no podía faltar el paso por los bares donde degustar los bocatas de calamares, también los de toda la vida. Y para finalizar, antes de volver otra vez al tren que me llevaría de vuelta a casa, una trufa en La Menorquina y unas castañas asadas para el camino. Era una especie de peregrinación por mis lugares de siempre, de algún modo mis señas de identidad. Un viacrucis gozoso.

Allí seguía la mujer, justo debajo del cartel de la tónica Schweppes símbolo de La Gran Vía. Al fijarme más en ella pude ver que era china, bueno oriental. Su rostro seguía transmitiendo serenidad desde el catre en el que parecía dormir. Se tapaba con una manta aparentemente muy fina, con toda seguridad insuficiente para el frío que hacía y que se anunciaba en aumento para el fin de semana. Por un instante se hizo el silencio, se apagaron las luces, fundido en negro. Entré en la estación de metro como una autómata, sin dejar de mirarla ya sin verla. Después me olvidé de ella.

El sábado volví a Madrid, como casi todos los sábados comida familiar en casa de mi madre. El frío era terrible. La china, su cara blanca, inexpresiva, ya sin paz se coló sin permiso entre mis pensamientos, desde entonces no he podido deshacerme de ella.

4 comentarios:

Narci M. Ventanas dijo...

Tremendo, Magda, la primera parte es genial, me has hecho revivir todas y cada una de las poquitas navidades que he tenido oportundidad de pasar algún día en Madrid, que no habrán sido más de 5 o 6 en mi vida, incluso en el detalle de la trufa de la menorquina, jajaja.
El final es aterrador y desgraciadamente muy cotidiano, ya se trate de una china, de una ecuatoriana o de una española, de cualquier sexo, de cualquier edad. Y este tipo de visiones te hacen sentirte tan impotente...

Tu prosa, impecable, como siempre. M encanta leerte.
Besos
Narci

josé javier dijo...

Un precioso relato navideño, Magda, muy personal, como siempre, muy intenso y un poco amargo. Un saludo y feliz navidad, amiga.

Magda dijo...

Narci, José Javier, al fin y al cabo los contrastes de la Navidad que no son ni más ni menos que los de la vida cotidiana pero mucho más acentuados.

Muchas gracias por estar.

Un abrazo

Emilio. dijo...

Te vuelvo a decir lo que ya te comente en nuestro Grupo: recreas las situaciones tan bien, que metes al lector dentro de la realidad creada.

Felicitaciones y Feliz Navidad.
Un Abrazo, Magdalena.
Emilio.