sábado, 3 de abril de 2010

Vendo zapatos de niño sin usar

“Vendo zapatos de niño sin usar, precio de salida veinte euros”.

Las palabras estaban en la pantalla del ordenador, a punto de ser enviadas al famoso portal de subastas. Nicolás las miraba fijamente. Ya no sería el hazmerreír de la comisaría, ya no oiría cuchicheos a su paso comentando los cuernos que le ponía su mujer con todo el que se pusiera a tiro, ni tendría que ir a buscar al niño al colegio porque ella estaba completamente borracha. Ni volverían a pensar los compañeros que era el policía más patoso porque no había semana que no presentase señales de haberse dado algún golpe. Nada de eso volvería a ocurrir.

Hoy era el cumpleaños de Nico, cinco preciosos años y él volvía del turno de noche con esos zapatos deportivos que tanto le habían gustado a su hijo cuando los vio en el escaparate y que antes de comenzar su turno había comprado para regalárselos. Ni siquiera tuvo que abrir la puerta, los sollozos del niño se oían desde la escalera, otra vez la misma escena. Subió los peldaños con un repentino cansancio que sintió infinito. Al entrar el chaval ya se había callado. Ella, absolutamente borracha zarandeaba su cuerpecito inerte como si fuera un fardo mientras seguía regañándole por derramar el desayuno. “Maldito niño, se habrá creído que soy su criada,”.

Nicolás, aterrado no tuvo que esforzarse demasiado para separar a su mujer del niño. Nada podía hacer por él. Lo dejó cuidadosamente sobre la cama y preso de rabia golpeó a la mujer una y otra vez hasta agotarse. Después abrazó a su hijo durante un momento eterrno.

“Y ahora, qué hago yo con los zapatos de Nico?” Sin saber por qué, se acercó al ordenador, la pantalla mostraba una página de subastas que con seguridad habría abierto su mujer. Escribió su oferta “Vendo zapatos de niño sin usar” y llamó a la comisaría informando de lo que había ocurrido.

Sólo quedaba apretar la tecla que enviaría su oferta a la gran tienda virtual. En su lugar, cogió su revolver reglamentario, se lo llevó a la boca y apretó el gatillo.

3 comentarios:

Narci M. Ventanas dijo...

Aterrador, Magda, si no fuera por lo bien escrito que está resultaría tremendamente doloroso leer algo tan trágico en tan pocas líneas.

Besos

Magda dijo...

Gracias Narci. Realmente es una situación extrema e inusual (gracias a los dioses).

Un abrazo

josé javier dijo...

Si; de que es una situación extrema no hay duda. Lo que se llama una tragedia moderna. Con el toque anónimo de las tragedias modernas.