Se vistió con esmero, se
pasó cuidadosamente los dedos por  el
pelo oscuro y se sentó en su sillón favorito, hojeando distraídamente una
revista mientras la esperaba. 
Ella se le acercó por
detrás, silenciosa. Sus dedos pasearon despacio por su espalda, subieron a
enredarse en su cabello ensortijado mientras vertía su aliento en su cuello. Él
se estremeció, parecía que le faltaba el aire, cerró los ojos y la dejó hacer. 
Sus ojos no se abrieron.
La paz reflejada en su rostro y una leve sonrisa asombraría la mañana siguiente
a la asistenta que lo encontró  en el
mismo sillón. Fundido en negro.

 

2 comentarios:
Ojalá siempre la de la guadaña se mostrase así de dulce.
Buen relato.
Besos
Por favor, necesito tus relatos algres.
gracias
Gato en el tejado
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