martes, 13 de abril de 2010

Señor de la noche


Mírale, en medio de tantos papeles ni siquiera se fija en mí. No ve que estoy acurrucado en mi rincón, observándole. Hace ya mucho rato que no me regala una de esas caricias descuidadas que tanto me gustan. Está absorto en sus libros, su ordenador, mientras de la radio escapa una música tranquila, que me hace enroscarse aún más sobre mí mismo mientras ronroneo provocador.

Oigo su voz cálida, acariciadora que en esta ocasión no se dirige a mí, sólo habla a través de un micrófono. Me aburro, dejo de escucharle, me estiro, soy yo quien le regala una caricia, sólo una antes de desaparecer a través de la ventana abierta.

La noche invita al paseo, me deslizo lentamente por mis caminos favoritos, disfrutando de la oscuridad sólo rota por el brillo de la luna, de alguna estrella. Me cruzo con alguna hermosa hembra con la que remoloneo durante unos momentos antes de seguir mi caminar. Alguna me sigue hasta darse cuenta de que hoy no me interesa su grata compañía.

El intenso calor mantiene las ventanas abiertas. Oigo roncar a un hombre. Un poco más adelante me paro curioso, varias ventanas arrojan la misma música que oía desde mi rincón, "Michelle my belle. These are words that go together well, my Michelle". Me asomo tímidamente a una de las habitaciones, una mujer acuna a un niño mientras escucha la canción, destila una ternura infinita. "I love you, I love you, I love you…" Salto ahora hasta un dormitorio totalmente desordenado en el que un joven rubio se quema las pestañas sobre un libro mientras suena la misma melodía.

Continúo mi camino, esa melodía parece envolverlo todo. Me paro un momento atraído por el olor dulzarrón que se desprende de un jardín, alguien está fumando. Sigo oyendo esa canción. Me quedo muy quieto en el muro del jardín, mimetizado con el color de la noche. "I want you, I want you, I want you…" Una pareja se ama sobre la hierba, silenciosamente, cadenciosamente.

Esa música no sale de mi cabeza. Vuelvo a andar el camino hacia mi casa, con cuidado, sin meter ningún ruido que pueda molestar a los que mantienen abiertas sus ventanas, hace tanto calor. Entro de nuevo en mi habitación, me acurruco en mi rincón. Mi dueño me coge, me pone sobre su regazo y me acaricia muy despacio, desde la cabeza hasta la punta de mi cola. Toda mi piel se eriza, ronroneo mimoso y me enrosco sobre mí mismo para dormir acurrucado sobre mi dueño. "I will say the only words I know that you’ll understand, my Michelle."



Para ti, ¿para quién si no hablando de gatos?

jueves, 8 de abril de 2010

Primavera


Risas de niños
roza mi cara el viento
huelo la rosa.


De árbol en árbol
van pájaros volando
titiriteros

Susurra el aire,
acaricia mi oído
juega travieso


Estrena flores
infiel al largo invierno
y tú sonríes


Manto de flores
mis pies pisan la hierba
el cielo llora.


Trinos alegres
gorjeos en las ramas
mi rostro al cielo.


Reinas al sol
dueñas de los jardines
las lagartijas


Ya está llegando
las chicharras lo anuncian
es primavera

sábado, 3 de abril de 2010

Vendo zapatos de niño sin usar

“Vendo zapatos de niño sin usar, precio de salida veinte euros”.

Las palabras estaban en la pantalla del ordenador, a punto de ser enviadas al famoso portal de subastas. Nicolás las miraba fijamente. Ya no sería el hazmerreír de la comisaría, ya no oiría cuchicheos a su paso comentando los cuernos que le ponía su mujer con todo el que se pusiera a tiro, ni tendría que ir a buscar al niño al colegio porque ella estaba completamente borracha. Ni volverían a pensar los compañeros que era el policía más patoso porque no había semana que no presentase señales de haberse dado algún golpe. Nada de eso volvería a ocurrir.

Hoy era el cumpleaños de Nico, cinco preciosos años y él volvía del turno de noche con esos zapatos deportivos que tanto le habían gustado a su hijo cuando los vio en el escaparate y que antes de comenzar su turno había comprado para regalárselos. Ni siquiera tuvo que abrir la puerta, los sollozos del niño se oían desde la escalera, otra vez la misma escena. Subió los peldaños con un repentino cansancio que sintió infinito. Al entrar el chaval ya se había callado. Ella, absolutamente borracha zarandeaba su cuerpecito inerte como si fuera un fardo mientras seguía regañándole por derramar el desayuno. “Maldito niño, se habrá creído que soy su criada,”.

Nicolás, aterrado no tuvo que esforzarse demasiado para separar a su mujer del niño. Nada podía hacer por él. Lo dejó cuidadosamente sobre la cama y preso de rabia golpeó a la mujer una y otra vez hasta agotarse. Después abrazó a su hijo durante un momento eterrno.

“Y ahora, qué hago yo con los zapatos de Nico?” Sin saber por qué, se acercó al ordenador, la pantalla mostraba una página de subastas que con seguridad habría abierto su mujer. Escribió su oferta “Vendo zapatos de niño sin usar” y llamó a la comisaría informando de lo que había ocurrido.

Sólo quedaba apretar la tecla que enviaría su oferta a la gran tienda virtual. En su lugar, cogió su revolver reglamentario, se lo llevó a la boca y apretó el gatillo.